La sombra del viento: Carlos Ruiz Zafón

“Nunca te fíes de nadie, Daniel, especialmente de la gente a la que admiras. Ésos son los que te pegarán las peores puñaladas.”

“París es la única ciudad del mundo en donde morirse de hambre todavía es considerado un arte.”

“Lo difícil no es ganar dinero sin más. Lo difícil es ganarlo haciendo algo a lo que valga la pena dedicarle la vida.”

“Las personas estamos dispuestas a creer cualquier cosa antes que la verdad.”

– La sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón

Un día le explicaba a alguien qué era lo que me gustaba de la Biblioteca de Babel, ya que a veces me dejo llevar y se me olvida que a la gente normal le arrullan ese tipo de temas. Pero esta persona mostró interés y me recomendó que leyera la saga de el Cementerio de los libros olvidados, pues “me iba a gustar”. Honestamente dudé mucho que fuera a encontrar semejanzas entre una cosa y la otra, porque ya antes había leído algo de Carlos Ruiz Zafón, pero pensé en no cerrarme a la posibilidad de que el mencionado cementerio de los libros olvidados (o sea, no necesariamente La sombra del viento o la saga, sino el lugar ficticio como tal) fuera conceptualmente algo brillante, al estilo de la ciudad de los inmortales, el jardín de los senderos que se bifurcan o la misma biblioteca de Babel. Y pues nada, realmente el cementerio no me pareció más que un sitio bonito, pero conceptualmente más bien cursi. Así que definitivamente el libro no me recordó en nada a Borges, aunque sí un poco a Scooby Doo.

Pero a ver, lo de buscar algo conceptualmente potente fue una exigencia ridícula que yo me formé en la cabeza, lo sé. La verdad es que como novela enfocada en la trama es hasta decente, aunque obviamente tampoco justifica el hype, pero en la correlación ventas-calidad ni nos metamos, que todos sabemos que ese terreno no es de fiar.

Lo lindo:
Pues que Carlos Ruiz Zafón es (fue) un storyteller de primera. ¡Qué manejo de tensión, qué forma de hacer fluir la acción, qué forma de obligarte a darle vuelta a la página! Capaz esto debería mejor ser una serie de TV, ¿no han pensado en hacer una serie de TV? Si La casa de papel, con todo y su mediocridad, triunfó mundialmente, no veo por qué esto no podría romperla en grande también. Ojo, aquí hay una oportunidad de oro para hacer aún más plata; falta ambición.

Lo no tan lindo:
Errores que se encuentran comunmente en muchas obras de ficción, pero que huelen mal; y sé que aquí estoy siendo un poco odioso, pero:

  • Que la voz de Daniel y de Nuria sean idénticas, o sea ya sé que esto es ficción, pero tu trabajo es hacer que se me olvide.
  • Deus ex machina por aquí, deus ex machina por acá, deus ex machina por acullá.
  • Un personaje que supuestamente “se expresa solo en esdrújulas”, ni los hipsters de la colonia Condesa en CDMX son tan chocantes 🙄 (encima ni es verdad).
  • En general es una novela acertadamente emotiva, pero sí que termina siendo empalagosa a veces, por ejemplo, como en estas líneas dignas de la Rosa de Guadalupe:

“No puedo acordarme de la cara de mamá – murmuré sin aliento. Mi padre me abrazó con fuerza. – No te preocupes, Daniel. Yo me acordaré por los dos.” 🙄

Lo nada lindo:
El estilo innecesariamente adornado. Y es que ya cuando en la primera página de un libro me topo con “Desgranaban los primeros días del verano de 1945” a mí ya me cuesta algo de trabajo recuperarle el respeto al libro. Y estos excesos arjonianos abundan.

Pero lo que me pareció más horrible fue el cliffhanger baratón de:

🚨🚨🚨SPOILER ALERT🚨🚨🚨

“Bea no llamó al día siguiente. Ni al otro. Ni en toda aquella semana, la más larga y la última de mi vida.

En siete días, estaría muerto.”

Lo peor es que no solo suena barato, sino que además es puro bluff y nos sale con que se murió…pero lo resucitaron los paramédicos. 🤡

Esta novela se convirtió en un capítulo de Los Simpson tan gradualmente que no me di cuenta (Por si a caso: amo los viejos capítulos de Los Simpson, no empiecen).

¿¿¿ES EN SERIO???? Después de eso no dejé la lectura porque ya solo le quedaban unas cuantas páginas. 🙄

FIN DEL SPOILER

En fin, definitivamente no es mi estilo y no tengo intención de leer el resto de la saga, pero al menos cumplió con ser una lectura entretenida de parte de un narrador eficaz, aunque sí que hay detalles feos, y algunos otros incluso muy feos. No fue desastroso, que ya es ganancia, y sirve como recordatorio de que igual no siempre hay que exigir tanto de todo.

Álvaro

Foto: Adrianna Calvo (https://www.instagram.com/missinlovers/)

Una reflexión salida al escuchar “Safaera” de Bad Bunny

“Si tu novio no te mama el culo
Pa’ eso que no mame”

-Bad Bunny

Abuelo Simpson

El primer objetivo de la música juvenil es ir en contracorriente a los estilos musicales anteriores; la generación que calca el pasado no existe. El segundo es lograr que aquellos que ya están en edad de ser tíos ejerzan como tíos (porque se puede esquivar la paternidad, pero tío te hacen lo quieras o no) y digan estupideces del tipo “la música de antes sí era música” o “la última banda que valió la pena fue Guns n Roses”, sin darse cuenta que parafrasean a sus padres e ingenuamente convencidos por la falacia egocentrista de que entre las miles de generaciones que han venido a este indiferente mundo la suya, y solo la suya, ha sido “La generación”. Obviamente hoy Bad Bunny con sus letras picosas cubre mejor los requisitos que, digamos, el rock indie tardío y sus excesos repletos de soporíferos requinteos de ukelele. Aceptémoslo, nuestros héroes musicales son para la generación de abajo lo que para nosotros fue Pimpinela, y eso es muy normal, supongo.

No me malinterpreten, no vine a decirles que me mama Bad Bunny, ya a unos cuantos pasos de la mediana edad estoy casi incapacitado para expresar un entusiasmo sincero por su música. Y podré entender por qué ésta funciona, pero convertirme inconscientemente en una máquina de cringe actuando de manera forzada como si me siguiera gustando todo lo que le gusta a “la chaviza” me da mucho más miedo que reconocerme más ruco y amargo que antes. Es mejor dejar que los buitres vuelen arriba de uno conservando al menos un poco de dignidad, ¿qué necesidad hay de escupir para abajo? ¿por qué el instinto de decir “mi generación sí y la de ustedes no, mocosos nalgas miadas”? ¿de dónde nos nace tanta inseguridad? Y, sobre todo, ¿qué autoridad tenemos nosotros que escuchábamos nü-metal?

Mejor dejemos a los otros escuchar lo que quieran. Si necesitan consuelo, recuerden que ninguna generación se salva de ser desplazada por la siguiente, o como diría el abuelo Simpson “Yo sí estaba en onda, pero luego cambiaron la onda. Ahora la onda que traigo no es onda, y la onda de onda me parece muy mala onda. Y TE VA A PASAR A TI”.

 

Álvaro (@alvarogo87)

Olinka, Antonio Ortuño

Olinka portada

“Y Estrella salió de la escena con sus pasitos de hada. La recepcionista ya estaba concentrada en algo más. Al mundo, como siempre, le resultaba sencillo olvidarse de que Blanco se paseaba por él”.

“A mí me parece la misma cosa (la ciudad). Envejece pero no cambia.”

– Olinka, Antonio Ortuño

Aurelio Blanco es el Edmond Dantès versión tapatía, siglo XXI. Pero los tiempos cambian y los ex presidiarios que pisaron la cárcel a raíz de una traición ya están más interesados en el dinero que en recuperar su honor. Además, el mundo se transforma más rápido que nunca y 15 años de carcel han oxidado a Aurelio, quien se sorprende al encontrar una Guadalajara que ahora crece de forma vertical y en la que la gente carga Smartphones y se manda nudes por WhatsApp.

Cada ciudad y cada época produce a sus personajes y Aurelio es producto de una ciudad plagada de grúas que levantan torres inmobiliarias que celebran la inflación de una ciudad cimentada en el lavado de dinero. Un sitio que por encima presume “su cultura”, su feria del libro y su rotonda de jaliscienses ilustres, pero que en el fondo se interesa solamente por las apariencias y por la riqueza material. Riqueza que anhela desde el policía, hasta el empresario e incluso las mosquitas muertas como Aurelio, salidas de una clase media sin movilidad social. Riqueza a cualquier costo y por cualquier medio; que no se entrometa la conciencia, que no estorbe la moral, ¡que sean otros pobres diablos los que decidan no ensuciarse las manos!

Guadalajara, ¡malos tiempos para hacerte una novela! Olinka es el poema violento que no sabíamos que nos hacía falta para describir esta narcociudad en 2019; en plena burbuja inmobiliaria, mientras la gente desaparece de las calles sin dejar rastro y mientras nosotros nos auto confortamos pensando que al fin y al cabo “en algo malo debieron de andar metidos”. Es una historia entretenida, sí, pero también comprometida con poner el dedo justo en una de las llagas más vivas. Y obvio, la reflexión aplica para todo México, pero por algo el irónico prefacio que reza “El Departamento del Tesoro de Estados Unidos difunde, periódicamente, un listado de negocios mundiales a los que acusa de lavar dinero para el crimen organizado. Más de la mitad del listado mexicano está conformado por empresas localizadas en Guadalajara. Un bonito lugar”.

Que Ortuño sea el narrador es un lujo, pues no le tiene miedo a meterse en el peligroso juego de las metáforas que a muchos conduce a la rimbombancia, pero que él domina muy bien y del cual extrae frases muy amenas. ¡Y qué ritmo! ¡qué tensión! Es el tipo de texto que te obliga a buscar entre los pequeños ratos libres del día para ganarle algunas páginas. Hay alguno que otro pecadillo telenovelesco y seguramente me estoy dejando llevar un poco por la emoción de recién haber cerrado el libro y de tratarse de mi propia ciudad, es más, seguramente hay plumas más brillantes allá afuera, pero hay que aprender a ocuparnos con lo leído hoy y no añorar el clásico que leímos ayer o el escritor de apellido impronunciable que se nos antoja leer mañana; hoy acabo de leer a Ortuño y fue genial.

Álvaro (@alvarogo87)

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Memes literarios

Algunos memes que he hecho para las redes sociales del blog. No los firmo, porque las imágenes tampoco son mías y porque los verdaderos memes se dejan libres para que regresen eventualmente a ti, apareciendo en tu feed, más pixeleados y con 3 logos extras. Son, a mi entender, un juego colectivo, masivo, divertido y efímero.

La idea es que este post se vaya actualizando con el paso del tiempo.

Pessoa-Cioran-Pavese

Escritor Editor

Pooh

Libro recién comprado

Plagio

William Wilson

 

Álvaro (@alvarogo87)

 

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Los siete locos, Roberto Arlt

 

7 locos portada

Di con Arlt, como muchos, gracias a un chisme viejo: el de Roberto y Jorge Luis intercambiando dimes y diretes. Dos visiones literarias que fueron contemporáneas, paralelas y, en teoría, antagónicas (pero, no sé, se me ocurre que quizás sea tiempo ya de dejarnos de rivalidades y simplemente apreciar a la narrativa argentina como un milagro completo). En el hemisferio arltiano hallé mucha locura, palabras tristes, personajes mezquinos y la impresión de ya haber recorrido antes esas tierras, vía Sabato.

Remo Erdosain es un inventor frustrado atado a un trabajo de medio pelo; cuando no anda de tour por rincones porteños de mala muerte, se encuentra profundamente sumergido en raras ensoñaciones. Remo no encaja en el mundo, por eso es fácil reflejarse en él, pero no nos confundamos, es antihéroe y mirándolo bien, su interior es oscuro; incluso desagradable. Eventualmente los problemas económicos y existenciales de Erdosain lo llevan a terminar dándole cuerda a un tipo delirante que diseña un plan de dominación social, el cual francamente apunta a mil blancos y no tiene ni pies ni cabeza.

“Nacemos, vivimos, morimos, sin que por eso dejen las estrellas de moverse y las hormigas de trabajar”.

“¿De dónde sacaba ese hombre energías para soportar su espectáculo tanto tiempo? No hacía otra cosa que examinarse, que analizar lo que en él ocurría, como si la suma de detalles pudiera darle la certidumbre de que vivía” 

Empecé y dejé el libro en dos ocasiones, quizás porque al inicio me parecía demasiado en lunfardo desde mi condición de lector no argentino, o tal vez porque no era mi momento de leerlo. El tercer intento fue el bueno y alcanzada la parte en que aparece el astrólogo, Arlt tuvo toda mi atención. Los mejores momentos, según yo, son aquellos en los que Erdosain se retuerce en sus abismos internos, pues sobran los autores que han descrito el sufrimiento físico y mental, pero Arlt lo hace como casi nadie.

“Día vendrá en que la gente hará la revolución, porque les falta un Dios. Los hombres se declararán en huelga hasta que Dios no se haga presente”

“- Mirá… esperame. Si la vida es como siempre me dijiste, yo vuelvo, ¿sabés?, y entonces, si vos querés, nos matamos juntos… ¿Estás contento?”

Lo que me faltó calcular fue que Los 7 locos es el primer volumen de los dos que conforman una sola obra. Sí había leído por algún lado que contaba con una secuela, pero por alguna razón pensé que era secuela de la forma en que Sobre héroes y tumbas es secuela de El túnel, o sea unidas por un hilo más conceptual que de trama; justamente es todo lo contrario: la historia queda a medias y hasta con cliffhanger. Y en parte qué bueno, porque tiendo a ser muy prejuicioso con las sagas y quizás sabiendo eso me hubiera tardado más en decidirme a leerlo. Así que bueno, he quedado un poco a medias, pero probablemente esta pausa sea muy sana, dado lo oscuro de la novela. Total, si los lectores originales se aguantaron los dos años que pasaron hasta que se publicó Los lanzallamas, no veo por qué no debería de tomarme yo también un tiempo.

Álvaro (@alvarogo87)

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Perros sin nombre, Gabriel Rodríguez Liceaga

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“Uno ya no puede salir de casa sin que Dios lo acabe bendiciendo en contra de su voluntad”

– Mira nuestros pies, Gabriel Rodríguez Liceaga

Conocí a Gabriel Rodríguez Liceaga el “Neb” por mera casualidad. Yo había ido a una entrevista de trabajo en una de esas oficinas ubicadas casi hasta el fondo de Santa Fe, por donde es raro el peatón. Gabriel resultó ser mi entrevistador y recuerdo que le agradó que cargara ñoñamente conmigo Dormir al sol de Bioy Casares, que era lo que yo andaba leyendo en el transporte público por entonces, aunque no le encantó el hecho de que mi blog llevara la palabra “cronopios” en el nombre. Para cuando me volvió a contactar yo ya había entrado a otra chamba, pero quedó en el aire la ligera promesa de que compraría uno de sus libros algún día. Tres años después encontré Perros sin nombre en El Sótano y decidí comprobar si el “Neb” de papel era tan entretenido como su cuenta de Twitter, su columna en Chilango o su ya famosa colección de separadores extraordinarios.

Este conjunto de relatos entra en esa categoría de libros que puedes terminar en una sola tarde. Sus 9 cuentos son en gran medida producto del imaginario social de mi generación: ex niños de los 80s/90s que crecimos pegados al Nintendo, fantaseando con las Tortugas Ninja, memorizando capítulos de Los Simpson y todavía más al pendiente del futbol mexicano que del europeo. La materia prima es el lenguaje que escuchábamos a nuestro alrededor y que los maestros de ideas caducas intentaron hacernos creer que no pertenecían al mundo editorial, el cual incluye palabras y expresiones como: “guácala”, “chingadazos”, “le molesta un chingomadral, le cae en la punta de la verga” o “invita unas fundas”. Los personajes son gente común que se parecen a nuestros conocidos, amigos, primos o hasta a nosotros mismos y los cuales son presentados de forma cruda, con sus virtudes y aberraciones, y sin corrección política alguna. Las situaciones, esas sí, son muchas veces sanamente inverosímiles.

Es verdad que a veces las narraciones caen en excesos decorativos del tipo “Al pasto se le pone la piel de gallina”, pero la mayor parte del tiempo predomina un tono irónico y poco solemne que ayuda a que todo fluya bien. El primer cuento fue para mí el más rico tanto en tensión narrativa como en imágenes, supongo que por eso fue colocado al inicio; hay que abrir con la mejor apuesta, como en las tandas de penales. Naturalmente algunos cuentos son mejores que otros (el libro de cuentos uniformemente buenos es un mito, resignémonos) pero en general el nivel es muy decente.

Quién sabe si alcancen para ser textos universales, quizás a alguien con los ojos mucho más rasgados le resulte difícil encontrarles el saborcito, pero para uno que es latinoamericano eso no debería importar. Yo digo que le den una oportunidad, y no para cumplir con ese viejo mandamiento de “hay que consumir lo mexicano”, sino porque seguramente se la pasarán mucho mejor que perdiendo el tiempo explorando el gris catálogo de Netflix antes de acabar viendo una película que, muy probablemente, resultará mediocre.

Álvaro (@alvarogo87)

 

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El libro de Monelle, Marcel Schwob

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Después de tantos buenos comentarios sobre este libro, debo decir que me sorprendió toparme en las primeras páginas con el apestoso lugar común del poeta que le gusta romantizar a las prostitutas; temí que ese fuese el tema central. Esa primera impresión fue pronto derribada y reemplazada por la sensación de que este es un libro súper raro y no es queja, sino todo lo contrario.

El tema central, supongo, es la melancolía de perder nuestra inocencia a cambio de una monstruosa adultez en medio de un mundo industrializado que nos incapacita para vivir en el ahora. Monelle, una especie de proto-Peter Pan de tono lúgubre, es una guía en guerra contra la realidad que se vale de la fantasía como medio de resistencia.

En la primera parte, Monelle arroja de forma mesiánica un montón de aforismos muy citables que nos introducen su visión filosófica. Y entre páginas que a ratos son pura poesía, termina haciendo un pacto con el protagonista: ella le da sus enseñanzas y él a cambio escribirá el libro de Monelle.

“Sin embargo volveré a la noche; pues es necesario que me pierdas antes de volver a encontrarme”.

“Piensa en el momento. Todo pensamiento que dura es contradicción”.

“Ten toda cosa incierta por viva, toda cosa cierta por muerta”.

“No mires detrás de ti. No mires demasiado delante de ti. Si miras en ti, que todo sea blanco”.

“Rebélate contra el trabajo; contra toda actividad que exceda el momento, rebélate”.

La segunda parte está repleta de un lenguaje bucólico, hoy en desuso, que me mandó varias veces al diccionario. Se narran las 11 historias de las hermanas de Monelle, las que “aún no se han encontrado” y a las que veremos “ir a buscarse lejos”. Curiosamente, aunque Monelle las describa, con una aspereza que no alcanzo a comprender del todo, como “parecidas a prostitutas sin inteligencia”, solo una de ellas termina siendo puta. Los 11 relatos están teñidos de fatalismo y fantasía, y son protagonizados por niñas en plena búsqueda de sí mismas y en rebelión contra sus circunstancias. Hay partes muy memorables, pero mi historia favorita fue la de una joven que lleva una relación enferma con su reflejo en el espejo. Hay otro relato que me llamó la atención por lo borgeano, en el que hay una búsqueda por países desconocidos y se van describiendo tribus ficticias; me recordó muchísimo a “El inmortal”:

“Y más lejos hay una ciudad subterránea de hombres negros a los que sólo visitan sus dioses durante el sueño. Comen las fibras del cáñamo, y se cubren el rostro con polvo de tiza. Y los que se emborrachan con el cáñamo durante la noche cortan el cuello de los que duermen, a fin de enviarlos a las divinidades nocturnas”.

En la parte final, el protagonista nos cuenta con toques muy surrealistas más detalles sobre Monelle y sobre qué sucede con ella y con el narrador mismo.

Di con este libro en esa búsqueda de autores parecidos a Borges, que invade a todos los que estamos medio traumados con el sudamericano. El mismo argentino lo reconoció entre sus influencias y es revelador identificar en el texto ese juego “borgeano” de remezclar partes de la literatura de todas las épocas; un juego que sólo dominan los lectores más dedicados. No sé si el juego lo inventó realmente Schwob, pero al menos lo jugó antes. En este caso, la lista de referencias es larga: Shakespeare, Las mil y una noches, Dostoievski, La biblia, los hermanos Grimm, etc. 

“No esperes la muerte: está en ti”.

“No ames tu dolor; pues no ha de durar”. 

“Los hombre buscan su alegría en el recuerdo, y se resisten a la existencia, y se enorgullecen de la verdad del mundo, que ya no es verdadera al haberse convertido en verdad”.

“Eso es – me dijo -, y verás el reino, pero no sé si entrarás en él. Pues soy difícil de comprender, salvo para los que no comprenden; y soy difícil de alcanzar, salvo para los que ya no alcanzan; y soy difícil de reconocer, salvo para los que no tienen recuerdo”.

Llama la atención el hecho de que otros autores como Bolaño y Faulkner lo hayan citado también entre sus influencias y aún así se sienta como un libro un poco olvidado. Quizás, como Monelle sugiere, había que olvidarlo para poder encontrarlo. 

 

Álvaro (@alvarogo87)

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Voces de Chernóbil: Crónica del futuro, Svetlana Alexiévich

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Una ola de youtubers peregrinan a la ciudad fantasma de Prípiat, buscando generar tráfico para sus canales. HBO lanza una miniserie sobre el desastre nuclear soviético, tratando de llenar el hueco dejado por Game of Thrones. La zona dañada por el accidente de Chernóbil se transforma en el nuevo Auschwitz del turismo B. El Chernobilómetro ha explotado y eso es excusa suficiente para leer los testimonios de la gente afectada que Svetlana Alexiévich ha rescatado del olvido.

La realidad y la ficción se predicen mutuamente todo el tiempo. Pensemos en Stalker de Tarkovsky, en donde existe una contaminada zona soviética de acceso restringido, habitada por peligros invisibles que terminan destapando hasta nuestros anhelos más profundos, esos que nacen del miedo. Pensemos también en la Orán descrita en La Plaga, de Camus; atacada por una mortal peste que va acabando con sus habitantes, pero en la que aún queda lugar para la esperanza. Ya en ambas ficciones se anticipa involuntariamente lo que pasó después del desastre nuclear de Chernóbil, o al menos queda anticipado el espíritu del libro de Alexiévich, que es más periodismo que ficción. La misma autora de Voces de Chernóbil la hace de stalker, entrando a la zona (esta sí real) para guiarnos en un viaje que revuelve intimidades de la Unión Soviética, de la condición humana y hasta del lector.

La estructura narrativa es a lo Detectives salvajes: un montón de personajes variados contando su versión sobre lo que pasó en el accidente y, sobre todo, lo qué pasó después de éste. Hay de todo: científicos, soldados, maestros de primaria, obreros, vecinos del reactor, ingenieros, ateos, supersticiosos, campesinos y gente buscando sentido en las palabras de Dostoievski, Bulgakov, Chéjov, Pushkin o Tolstoi, no olvidemos que se trata de los pueblos herederos de los grandes escritores eslavos.

“Hasta hoy tengo delante de mis ojos la imagen: un fulgor de un color frambuesa brillante; el reactor parecía iluminarse desde dentro. Una luz extraordinaria. No era un incendio como los demás, sino como una luz fulgurante. Era hermoso. Si olvidamos el resto, era muy hermoso. No había visto nada parecido en el cine, ni comparable.”

La primera y la última narración son tristísimas, pero se sienten muy memorables pues no dejan de ser historias de amor incondicional, a prueba de todo veneno. Sobran casos desgarradores: muertes dolorosas, enfermos de cáncer, bebés que nacen muertos o con múltiples deformaciones, sueños truncados, pesadillas reales y desdichados personajes perseguidos de por vida por la maldición de Chernóbil, una estela que trae repulsión y discriminación de parte del resto del mundo; podrás salir de Chernóbil, pero Chernóbil nunca saldrá de ti. Hay incluso un coro de voces infantiles que te borra toda sonrisa del rostro; entre ellas, la de un niño suplicándole a su madre que lo mate para liberarlo del dolor.

“¿Cuál es, pues, el sentido de nuestro sufrimiento? ¿Para qué sufrimos? ¿Por qué hay tanto sufrimiento?”

“Sentía una angustia… Estaba como paralizada. Quería hablar con alguien, pero con nadie de este mundo. Me iba a una iglesia, allí reina un silencio como el que a veces descubres en las montañas. Un silencio… Allí puedes olvidar tu vida.”

“¿Qué es lo que realmente había sucedido? No se hallaban palabras para unos sentimientos nuevos y no se encontraban los sentimientos adecuados para las nuevas palabras”

Por otro lado, también hay mucha gente resignada; condenados que no ven otra opción que abrazar su tierra envenenada en la que todo alrededor es tóxico y cancerígeno, pero que con eso y todo aún le siguen llamando hogar, casi hasta con cariño.

“Toda la humanidad se hizo más sabía después de Chernóbil. Se hizo mayor. Adquirió otra edad.”

“Tal como lo entiendo hoy, Chernóbil nos liberaba. Nos enseñaba a ser libres.” 

Hay espacio para un par de voces que denuncian la podredumbre del régimen soviético que terminó amplificando los daños de forma estúpida y cínica. Incluso hubo espacio para la voz de un conspiracionista a favor del comunismo. Supongo que esta última persona le picó la cresta a la escritora, pues se la pasa acusándola de escribir solo lo que le conviene. 
Algo sorpresivo es que aunque los testimonios provengan de gente común y corriente, estos tienen momentos filosóficos, líricos y muchas veces hasta profundos. Quizás cuando lo que se vivió fue tan intenso y tan raro, las palabras están solo esperando una válvula de escape que les permita salir, libres de pretenciones, y superar cualquier cosa que un escritor pudiera inventar.

Álvaro (@alvarogo87)

La insoportable levedad del ser, Milan Kundera

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He terminado de leer La insoportable levedad del ser por tercera vez. ¿Cambia en algo el libro después de tres vueltas? Cambia: sus ideas tienen más peso que las de los otros libros leídos en tan solo una ocasión y que ya no recuerdo.

Recientemente fui a cortarme el pelo acompañado de esta novela para hacer más llevadera la espera. La peluquera me hizo la pregunta obvia, odiosa e invasiva que hacen los que no soportan el silencio y no comprenden (o no les importa) que es imposible hablar y seguir leyendo al mismo tiempo:
– ¿Y ese libro de qué trata?
– Es una novela filosófica – respondí cortante para terminar con la charla innecesaria.

Pero por dentro me quedé pensando “Y de veras, ¿de qué trata?” En teoría llevaba dos lecturas previas y ni aún así podía recordar la trama medianamente bien como para dar una sinopsis breve. Recordaba que me había gustado, pero no recordaba los detalles finos de la trama centrada en 4 personajes angustiados por lo insignificante de sus existencias: Teresa, la noble y fiel mujer-pajarito lastimado que busca refugio entre los brazos de Tomás, y que está dispuesta a soportar siempre las infidelidades y el descaro del segundo. Sabina, la amante más estable de Tomás. Y Franz, el amante de Sabina que comete el error de enamorarse e intentar cortar su libertad. Recordaba aún menos el hecho de que sucediera durante la invasión soviética a la República Checa, mientras el país sufría una invasión militar y cultural. Quizás la única sinopsis honesta que hubiera podido dar era la suma de lugares comunes que se mencionan en las contraportadas y que nos dicen bien poco: una novela sobre amor, sexo, celos, traiciones y muerte. Lo peor del caso es que, a menos que relea este libro de forma infinita, eventualmente terminaré olvidando estos detalles de nuevo; punto para Kundera.

“No hay nada más pesado que la compasión. Ni siquiera el propio dolor es tan pesado como el dolor sentido con alguien, por alguien, para alguien, multiplicado por la imaginación, prolongado en mil ecos”.

“La persona que pierde su intimidad, lo pierde todo, piensa Sabina. Y la persona que se priva de ella voluntariamente, es un monstruo”.

Dentro de las cosas geniales están el hecho de que Kundera sea tan transparente al hablar de sus personajes: cuenta cómo se le ocurrieron y cómo los fue trabajando, es un narrador que acepta frontalmente que está hablando de ficción, pero con todo y eso los personajes parecieran respirar.

Los sueños de Teresa son abundantes en imágenes potentes: la alberca rodeada de mujeres desnudas, la carroza fúnebre, la colina Petrin en donde uno va buscando la muerte: todas estas escenas son muy cinematográficas y están llenas de suspenso y morbo.

Pero quizás lo mejor es el desarrollo de las ideas centrales del libro: la levedad de nuestra existencia y la forma en que ignoramos la mierda del mundo para intentar soportar la vida; los lúcidos aforismos y el recurrente jugueteo con las ideas de filósofos clásicos.

“Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo su mera presencia”.

“La historia es igual de leve que una vida humana singular, insoportablemente leve, leve como una pluma, como el polvo que flota, como aquello que mañana ya no existirá”.

Puede que los esnobs tengan razón y sea literatura para los que no entendemos de filosofía. Puede que lo que leímos termine ocupando un papel insoportablemente ligero en nuestras vidas con el paso del tiempo. De lo que estoy seguro es de que fueron 300 páginas muy 5 estrellas.

 

Álvaro (@alvarogo87)

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Ubik, Philip K. Dick

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En mi última visita a la FIL compré Ubik casi de forma azarosa. El nombre de Philip K Dick se posicionaba desde hace mucho en mi cabeza por Blade runner y por la vaga noción de que está asociado con alguno de esos lugares de respeto en el imaginario de la ciencia y ficción. El empujón final para decidirme a leerlo me lo dio Rodrigo Fresán con sus elogios desmedidos hacia el autor estadounidense en Mantra.

El principal detalle incómodo que encontré en este libro, es que Philip K. Dick se pasa la primera parte de la novela describiendo un “futuro lejano” para él, que en realidad es un pasado alterno para nosotros, pues el texto arranca en 1992. Un entorno noventero en el que hemos colonizado la luna y existe la semivida después de la muerte. En el mejor de los casos estas predicciones nos despiertan curiosidad por ver cómo se imaginaba la ciencia ficción el futuro en 1969, algo parecido a lo que nos sucede cuando hoy en día vemos un capítulo de los Supersónicos; en el peor de los casos, hace que el planteamiento sea un poco tedioso.

Pero superada la introducción y una vez que decides comprarle al autor las reglas del universo planteado, la novela despega y no para. En cierto punto, la trama se asemeja a la de las historias de superhéroes, pero pronto madura convirtiéndose en una compleja historia que reta la elasticidad de nuestra imaginación, planteándonos preguntas sobre la vida después de la muerte y la percepción de la realidad, arrojándonos también un par de vueltas de tuercas que nos dejarán pensando un buen rato tras cerrar el libro, al estilo Inception.

La contraportada acierta al nombrarlo como una fuente de inspiración para películas como Abre los ojos y Matrix (aunque diría yo que mucho más de Abre los ojos). Yo agregaría que quizás el final me llevó a pensar un poco en Tlön Uqbar Orbis Tertius.

Que te romperá la cabeza un poco, eso seguro.

“La gente yerra por completo cuando se imagina el infierno: el infierno es un lugar frío; todo lo que hay en él es frío. El cuerpo significa peso y calor; ahora, el peso es para mí una fuerza a la que sucumbo, y el calor algo que me abandona. Y que, a menos que yo renazca, no volverá nunca a mí. Este es el destino de todo el universo, así que por lo menos no estaré solo”.

“Contempló a la muchacha, deteniéndose en su cabello negro y espeso y su boca sensual; sintió en su interior el despertar de desolados anhelos, deseos inútiles y nebulosos que no conducían a ninguna parte y volvían vacíos hacia él, completando un círculo perfecto”.

– Ubik, Philip K. Dick

 

Álvaro (@alvarogo87)